La ventana (se) quedó abierta y
el gallo de cristal cantó a medianoche
una vez más.
El frío le obligó a ahuyar
para no sentirse sólo.
La escarcha empezó a cubrir la vieja cuchara.
Una de las copas se servirá
pero no se beberá.
El borde de cristal ardía
aunque enfriase hace mucho.
La luna llena ocupó el asiento que quedó vacío.
En su silencio aún pudo oirse el reptar de la serpiente
que se marcha.
Su mordisco seco brilla y palpita.
Duele y cura. Ya no sangra.
domingo, 27 de enero de 2013
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